domingo, 22 de febrero de 2009

Saquenme esta huevada

La historia que todos esperaban... No voy a cambiar los nombres porque me da flojera

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Un viernes salí con unos amigos a un bar en la calle de las pizzas, a cantar en el karaoke. Compramos unas chelas, escribimos que canciones queríamos cantar y nos quedamos más o menos tranquilos.

Cantamos Triciclo Perú, y luego esperamos a que nos toque de nuevo. Cantó una chica alguna canción, y de ahí apareció en el proyector el título de una canción de Shakira. Entonces empezó el video del karaoke, en el que salió una chica feísima con un lunar demasiado asqueroso en la cara.

Pepe miró el video, horrorizado. Empezó a agitar las manos pidiendo respuestas, empezó a mirar hacia los costados. Me miró, miró la pantalla, me miró de nuevo y me preguntó, escandalizado:

-¿Qué es eso? ¿Qué chucha es eso?

Pepé siguió mirando, mientras que yo me reía. Pepe seguía buscando respuestas, por lo que se puso las manos en la boca y gritó:

-¡SAQUENME ESA HUEVADA!

Tuve un ataque de risa brutal, y todos mis amigos se rieron por la irreverencia de Pepe.

*Al día siguiente*

Jorge me pasó la voz para ir a un concierto gratis en una casa, concierto en el que iba a tocar una amiga suya que antes tocaba en las Doñas. Había un montón de gente en la casa.

Nos ubicamos más o menos atrás. Se llenó el sitio, era al aire libre, en un jardinsito, y entró el primer grupo. Era un baterista bastante confianzudo, un guitarrista y un bajista que no se movían y solo miraban el piso y una chica que cantaba que tenía tantos nervios que solo miraba a sus músicos, y no al público. Se notaba que era la primera vez de los cuatro.

Después de dos canciones bastante aceptables, considerando que era su primera vez, el baterista cogió unas congas y el set se puso medio acústico. La chica se sentó en una silla y cogió una guitarra acústica, que, lamentablemente, no se escuchaba. Tras recibir respuestas negativas (incluyendo un "No escucho, súbele" mío) al preguntar si se oía su guitarra, le pidió al público que tome asiento y permanezca en silencio.

Con la audiencia expectante y con un silencio perturbador, la chica empezó a tocar un punteo brutalmente malo. Y de ahí empezó a cantar, mismo esos karaokes malazos en los que apenas escuchas la música y una voz agudísima sonando con un micrófono de porquería encima de todo. No podía contenerme la risa. Trataba, pero se me salían las lagrimas y algún ocasional gemido chistoso.

Me paré, y me acerqué a donde estaban Jorge y sus patas de la universidad, mirando el concierto de pie cerca a una pared. Los vi, y proseguí con este monólogo:

-Una cagada, ¿no? Puta, no puedo ni pensar. (Silencio). Puta, ayer fuimos a un karaoke pes, entonces pasó una huevada hasta el culo, mate de risa. Pasaron un video de Shakira, pero como era karaoke, salía una huevona hasta el culo así, malazo el video. Entonces mi pata puta se escandalizó y empezó a preguntar, "Que es esto? Que chucha es esto?" y de ahí grito, puta, fuertisimo, ¡SAQUENME ESTA HUEVADA!

El problema es que yo grité ¡SAQUENME ESTA HUEVADA! más fuerte de lo que lo hizo Pepe.

Toda la gente volteó a ver quién había hecho algo tan cruel. La chica por una fracción de segundo dejo de tocar y miró el vacío, dolida. Mis amigos que no habían escuchado todo el cuento me preguntaron, aparentemente más distantes de lo que realmente estaban debido a mi estado de shock, que chucha me pasaba.

Me senté, al borde de la explosión, muriendo. Cuando acabo la canción, fui el que más fuerte aplaudió.

En el momento sabía que esta historia va a dar risa siempre. Pero dios, que mal me sentí.

martes, 18 de noviembre de 2008

Crónica de una muerte anunciada

El cumpleaños de uno de mis mejores amigos, Ruy, es el 30 de agosto de todos los años. Siempre hacemos reus, que resultaron ser reus progresivas, subiendo en nivel de cheveridad.

Yo estaba muy emocionado porque esta iba a ser una reu de aquellas. Iban a ir todos mis patas del barrio, mis patas del colegio, unas amigas, algunas con las que podía pasar algo… Estaba verdaderamente muy emocionado y empilado. Quería música, diversión, chicas, trago, iba a conseguir todo eso y a la vez.

Salimos del barrio por diferentes demoras como a las 11, y caminamos por Angamos desde Tomás Marsano hasta la Principal, que queda frente al Plaza Vea. Yo estaba asadaso porque estábamos llegando muy tarde, nos íbamos a perder la reu, algunos de mis patas ya estaban allá. Compramos dos rones y fuimos en combi.

Tantas demoras y la hora tardía habían causado que me muera de sueño.

Llegando, estábamos Jorge, un amigo de Jorge llamado Saco y yo yendo a la reu. Decidimos dejar atrás a Galy, Jano, la Buena y Gustavo porque estábamos apurados. Jorge me dijo, casi como un presagio: “Por favor, José, no te emborraches y cagues la jato”.

Llegamos y me abracé con todo el mundo, saludé a todo el mundo. Conocía a todos, y todos, por una vez, me querían. Fue tanta mi euforia que acepté secar un vaso entero de ron con Alonso. Que se convirtió en dos. Y de ahí en un tercero combinado con vodka. Todo en menos de 10 minutos.

Lo que pasó después es incierto. Camila me llamó para conversar en la cocina, y le respondí de la forma más bárbara e inhumana posible: “¿Me vas a decir algo feeling, o puedo irme a chupar con mis patas?”. Salí, empecé a decir estupideces, a hacer estupideces, a quedarme dormido en todas partes…

Antes de saberlo, estaba abrazado al water.

Mi mente se blanqueó desde las 11:30 hasta las 4 de la mañana, cuando me desperté ya que me querían arrimar para que pueda echarse un chino que también se había emborrachado (pero en horas más dignas). Me desperté, y mi primera reacción fue “¿Todavía hay gente?”. Ni siquiera “Feliz día Ruy”, “¿Qué pasó?”, “¿Qué pasó con Camila?”, “¿Qué pasó con todos?”. ¿Todavía hay gente?

Fui a la sala y estaban Saco, Jorge, Ruy y dos patas más chupando. No saludé a Ruy. Se empezaron a ir los dos patas, y se estaban llevando un ron, y les dije, con un total descaro, “No se lo lleven, es mío”. Me apostaron el ron a un seco. Gané.

¿Gané?

miércoles, 27 de agosto de 2008

Chicago

Esta historia ocurrió hace un par de veranos.

Eran como las 5:30. Había vuelto de un apacible día en la playa con Chunga, y estábamos lorneando en mi jato cuando toco el timbre Adebayor, mi eterno amigo y vecino.

Salimos, y nos dijo lo siguiente:

-Estoy aburrido, ¿hay que ir a montar bicicleta?

Sacamos las bicicletas rápidamente. Yo saqué la mía, y Chunga sacó la de mi hermana. Adebayor nos estaba esperando afuera con la bicicleta de su hermana, ya que la suya había sufrido un accidente el día anterior.

-Vamos pes. Oe, hay que irnos lejos, hay que perdernos- dijo.

Estábamos a punto de salir cuando salió su papá con su bicicleta.

-Oe, Adebayor, ¿por qué vas a usar la bicicleta de tu hermana? ¡Usa la tuya!
-No, papá, ayer me caí y se le cayó el pedal.
-Ya la mandé arreglar, usa la tuya, no fastidies a tu hermana.
-Pero papá, me voy a ir lejos, fácil se cae de nuevo.
-¡Qué se va a caer, hombre! Usa la tuya, nomás, no pasa nada.

Después de discutir un rato más, Adebayor se subió a su bicicleta, y salimos. Pasamos por mi colegio, y vimos a unos amigos de Adebayor. Se quedó conversando con ellos, mientras que Chunga me mostraba en la esquina su habilidad haciendo saltos. Casi se mata.

Nos juntamos después de un rato los tres y pensamos en donde ir. Decidimos ir al Ovalo Gutiérrez, ya que ahí estaba el jil de Adebayor en ese entonces, Alejandra. Partimos hacia el ovalo, tomando la ruta por Pardo, y cuando cruzamos por el Saga Falabella tuvimos que pasar incómodamente entre una multitud de personas. Después fuimos por ese conveniente caminito de bicicletas que hay en Pardo, ese que ahora se llena de artesanos, hasta llegar a Comandante Espinar y volteamos en dirección al Ovalo. Llegamos, y, como era de esperarse, Alejandra estaba ahí.

La encontramos con nuestras bicicletas, que nos sirvieron para conseguir una especie de autoridad para evitar los globos de agua (estábamos entrando a febrero). Alejandra nos saludó, y le dijimos para ir “por ahí” en bicicleta. Dijo que ya, pero que su bicicleta estaba donde Lucía.

Fuimos a traer la bicicleta, a dos cuadras del ovalo, y decidimos ir a Larcomar. Tomamos el caminito de bicicletas, y llegamos a Larcomar, donde nos persiguió un perro que hasta me mordió. Es racista, el perro, me dijo un tío de esos que buscan cualquier pretexto para hablar con alguien. Me maté de risa pero esperé detrás de mi bicicleta a que venga un tombo a llevarse a ese atorrante.

Después de eso, Alejandra dijo que tenía que volver a su casa, que quedaba por el ovalo. Partimos hacia allá, pero, en el camino, sucedió lo que habíamos estado temiendo toda la noche.

A la bicicleta de Adebayor se le cayó el pedal.

Nos quedamos cinco minutos varados en una esquina en Pardo buscando un tornillo que se había perdido. Lo encontré, y fuimos a un grifo que quedaba cruzando la pista.

-Señor,- dijo Adebayor, -¿me ayuda a poner mi pedal?

-No está la llave.- dijo el gordísimo mecánico, sin levantarse de su silla, y sin mover los ojos entreabiertos.

-Por favor- pidió Adebayor, pero a la vez empezó a buscar entre las llaves del mecánico. -Acá está, esta es- dijo, y el mecánico finalmente se paró, vio la llave, y metió la mano en su vasito de llaves, casi sin ver. Sacó una, aparentemente al azar, y dijo, -No, esta es.

Arregló velozmente el pedal, pero a mala gana. Nos miramos los unos a los otros.

-Mejor voy sola, ustedes vayan rápido a su casa- sugirió Alejandra. -De ahí se vuelve a caer el pedal
-No, no- dijo Adebayor. –Te tenemos que dejar.

Bajamos hacia su casa. Digo bajamos porque literalmente había una endemoniada bajada empinada. Llegamos, Alejandra se despidió, y entró a la seguridad de su casa, dejándonos en compañía de las estrellas.

-Bueno, vamos.- dijo Adebayor. Nos demoramos un poco en partir. Estábamos cansados, estaba oscuro, y cualquier cosa podría pasar con las bicicletas.

Empezamos a subir, y a medio camino escuché a Chunga gritando.

-¡Oe, huevones, espérenme!

Volteé y lo vi. Estaba arrodillado un par de cuadras más atrás, manipulando la cadena. Adebayor siguió avanzando.

-Si pierdo pique, tendré que empezar a pedalear de nuevo, y siento que el pedal se está cayendo- me argumentó. –Baja tú, mira qué quiere.

Bajé, y a Chunga se le había salido la cadena.

-Ya fue, la voy a poner de cualquier manera- dijo. Lo hizo, y empezamos a subir. Arriba, en una esquina, en por fin terreno plano, estaba Adebayor

-Tendremos que tomar el camino rápido.

Esa frase fue como una sentencia.

Aceptamos, y Adebayor guió el camino. Lo siguió Chunga, y, finalmente, yo. Tomamos un camino muy extraño. No me acuerdo bien como llegamos, pero fue el camino más extraño y erróneo imaginable. Parecía una película de acción: Estábamos en medio de Surquillo, con ninguna luz prendida, gente en la puerta de sus casas, mirándonos desde la oscuridad, casi con lástima…

En una vuelta, nos encontramos con un grupo de pirañitas. Se abrieron, para dejarnos pasar, y, mientras que Adebayor cruzaba el umbral armado por los pirañas, volteó y nos miró, con una cara de pánico, de terror, de advertencia. Nunca la olvidaré.

No solo por la expresión, sino por lo que ocurrió después. Terminé de pasar, y los pirañas gritaron:

-¡Ya, chápenlos, chápenlos!

Ahora que lo pienso, probablemente fue una broma, pero en el momento sentimos un pánico indescriptible. Sentí que me convertía en Usain Bolt y pedaleaba por mi vida. No sé de donde saqué tanta potencia y resistencia, pero nos sirvió para avanzar por la oscuridad, seguidos de pirañas, seguidos de lo que habría resultado una perdida de ropa, bicicletas luminosas y quién sabe qué más. Cruzamos una calle a la mala, y oportunísimamente pasó una legión de carros, asegurando nuestra llegada a nuestro reino en el borde de La Aurora con Surquillo.

Justo cuando cruzamos la calle y llegamos a la seguridad, estando a pocos metros de llegar a nuestro amadísimo barrio conocido, a Adebayor se le cayó el pedal.

Nunca me sentí tan religioso en toda mi vida.

lunes, 25 de agosto de 2008

A History of Violence

La primera historia que relataré es una que ocurrió recientemente.

Estaba con mis amigos Adebayor y Chunga en mi casa, y partimos para la reu en la casa de Andrea K. Andrea es una chica que conozco poco, y sabía que iba a haber poca gente que conozco. Mi compañía, bajo toda circunstancia, sería Adebayor y Chunga.

Salimos a la calle y decidimos ir a buscar la combi pasando por el camino que cruza el parque Villavicencio. A la mitad de ese camino había un grupo de pirañas, de los cuales ninguno rebasaba los 14 años. Por un momento pensé en volver y tomar otro camino, pero luego me di cuenta de lo ridículo y cobarde que sería eso.

Cuando nos acercamos, uno de los 10 pirañitas se me acercó y empezó a bailar Gata Fiera mientras hacía un movimiento primitivo. No lo miré, y seguí conversando con Adebayor. Pero, mediante nos alejábamos de los pirañas, empezaron a gritarnos cosas a lo “¡Gokú!” o “¡Gringuitos!”. Hicimos caso omiso y seguimos caminando, hasta que a uno se le ocurrió gritar: ¡Cabros!

En ese momento, mi alma se dio media vuelta y gritó:

-¡Qué pasa, oe, conchatumadre!

Como todo buen mechero piraña no-gringuito Gokú cabro, fue más una afirmación, o una demanda, que una pregunta. Regresé hacia los pirañitas y, con la vara metálica que oportunamente apareció en mi mano, me lancé a golpear al mismo que me había cantado Gata Fiera segundos antes.

La visión de tres personas subiendo a un taxi forzaron que mi mente regrese a tres cuadras más adelante, y que vuelva a entrar en mi cuerpo, que estaba burbujeando de ira. Una de esas tres personas era mi profesor de inglés, Mr. Ruiz. Lo saludé, y me devolvió un “Hello” y una sonrisa.

Pensé, ensimismado, mientras que caminábamos hacia el grifo para comprar algo de comer, para poder soportar todo el alcohol que veía venir. Pensé en Mr. Ruiz, un auténtico gringuito, la persona más amable imaginable, que te decía “Thank you” cuando hacías cosas tan básicas como preguntar si podías ir al baño. Pensé en como habría reaccionado él si un grupo de pirañas le buscaban mecha cuando él estaba yendo a una reunión con sus amigos, bien vestido, bañado y con buenas intenciones. Regresé a la realidad, miré a mis dos amigos, que discutían sobre lo que deberíamos haber hecho, y les dije, “Es mejor que no hayamos reaccionado”.

Comimos, tomamos un taxi (porque ya no pasaban combis) y fuimos a la casa de Andrea. Estuvimos dando vueltas un rato buscando la casa, porque estaba bien camuflada. Quedaba en Pardo, un par de cuadras antes de Comandante Espinar, pero en una quinta cuya reja estaba cubierta de plantas y que no vimos hasta pasar por ahí una tercera vez.

Llegamos, y no había mucha gente conocida. Me encontré con una amiga, Prudence, y nos refugiamos en ella. [Prudence es una chica de la cual estuve dolorosamente templado por un tiempo (en ese entonces seguía mi templadez), pero que, al iniciar mi interés, estuvo ella interesada en alguien más, y, en este momento, estaba en ‘algo’ con otro]. Conversamos un rato, fuimos a la bodega, y luego llegaron mis amigos Andrés Mizrahi y Mariana.

Me senté en una esquina con ellos y empezamos a beber. Decidimos secar ron puro por las huevas: Por José, por él, por el corte de bajo en I Shot The Sheriff, por cualquier cosa. En medio de la diversión, desde lo lejos un pata, Walter, a quien conozco de vista, me miró y me preguntó si fumaba ganya. Le dije que no, y me dijo, “parece, porque tienes la cabeza quemada” (me había rapado hace poco).

Seguimos chupando, y luego Prudence me presentó a unas amigas suyas y empezamos a chupar con ellas también. La consecuencia fue que terminé en un estado deplorable, que fue empeorando mediante pasaba la noche.

Volvimos al grupo de Andrés, y se acercó Walter y me preguntó: “¿Estás asado, broer?” y le dije, “No, no.” Entonces se fue. Se acercó una amiga, Camila, y le quité su lata de chela, porque justo Adebayor me había pedido chela. Se la di a Adebayor, y me reí con Camila.

Se acercó Prudence a nuestro grupo, y le dije, “Ven un toque”. Me la llevé a una esquina, y, estando en un estado casi deplorable, le dije lo que sentía por ella. Me contestó con una frase que me marcó la vida: “Si me hubieras dicho antes, fácil pasaba algo”.

Seguimos chupando, y empecé a hacer burradas. Abrazé a Prudence y a una amiga, Romina, y les dije, “Si pudiera estar con las dos, sería la persona más feliz del mundo.”. Seguí chupando y hablando con quién sea que se me cruzaba. Jalé a Prudence afuera y le hablé de cosas que no me acuerdo.

Mi euforia fue interrumpida por unas ganas incontenibles de ir al baño. Entré al baño, entonces, y escuché un diálogo comprometedor afuera.

-No le pegues a José, pues, Walter.- dijo Camila.
-No le voy a pegar, pero que me pague mi chela.

Me quedé paralizado. De la nada, todos los efectos del alcohol (menos el mareo) se me quitaron. La chela que me había dado Camila era de Walter.

Conchasumadre.

Salí del baño, y Walter me encaró. “Págame”, dijo. Le dije que no, sin mirarlo, y me fui a un sillón a conversar con Prudence.

Entonces se me acercó un pata más, llamado Manfredini, y me dijo, “Oe, broder, tu sabes, este weon de Walter, bien saltón es, págale nomás y evita el problema”. Estando en un estado tan pobre como el mío, me acerqué a Walter y le di cuatro lucas, china más de lo que cuesta la lata de cerveza, en un acto totalmente cobarde.

Molesto y humillado, decidí irme. Le dije a Adebayor y a Chunga, y nos fuimos casi sin despedirnos. Caminamos hasta el Parque Kennedy, y en un momento de borrachera total, compré cuatro hamburguesas con queso en el McDonalds. Comimos y nos sentamos en una banca del parque. Traté de fijar la mirada en un edificio, pero no podía enfocar bien la mirada y todo se movía.

Miré a Adebayor y Chunga, y, con el alma (y el bolsillo) más vacía que nunca, pensé, sin decir nada, sin llegar a una respuesta, en lo que habría hecho Mr. Ruiz en una situación así.

Introducción

Incontables veces he intentado hacer un blog que pegue. Un blog divertido, chistoso, entretenido. Incontables veces he fallado.

Creo que mi error fue siempre escribir blogs con mis chistes demasiado estúpidos y/o complicados, con mis reflexiones estúpidas y complicadas. Mi fotolog del Grupo Nietzche tiene 4 comentarios (¡popularidad!). Mis reflexiones todas dicen lo mismo: Toda la huevada en mi cerebro es infinita.

Es así que decidí hacer un blog escribiendo historias. Yo creo que puedo escribir de una manera aceptable (al menos se entiende). Y creo que, con inspiración, puedo escribir algo al menos entretenido.

El problema es, no se me ocurre nada entretenido.

Y es un problema, porque a mi me encanta escribir. Los que hayan leído el Honestidad Brutal sabrán esto, ya que en ese blog escribí 40 posts en menos de un mes.

Después de pensarlo un rato, decidí escribir sobre cosas que me han pasado. Sobre esas reus criminales, sobre esos viajes interprovinciales, sobre esas amanecidas usuras.

Para hacer un blog sobre historias, es necesario pensar bien cada una, escribirla cuidadosamente, y revisarla. De ahí termino como en Honestidad Brutal, escribiendo hechado en vez de echado…

También es necesario no escribir más de una al día, porque podría volverse una lectura muy pesada.

También es necesario dejar de hablar babosadas que espanten a los que estén interesados en leer las cojudeces que me ocurren.

Yaaaaaaaaa